RESEÑA HISTÓRICA
Al buscar los orígenes y base del Colegio San Buenaventura, hay que remontarse a la colonia, período en el cual tres sacerdotes Franciscanos llegaron a estas tierras para fundar el Colegio de San Idelfonso de Chillán el 24 de junio de 1756, con el objeto de cubrir la falta de misioneros y propagar la fe cristiana ayudando a la evangelización de los naturales[1] . En el parlamento de Laja, realizado el 13 de diciembre de 1756, se confió al cuidado de los Franciscanos el territorio pehuenche de ambos lados de la cordillera, manteniendo a los del llano a cargo de los Jesuitas[2] .
Martin Ruiz de Gamboa fundó el 26 de junio de 1580 la ciudad que llamó San Bartolomé, prevaleciendo después el nombre indígena del lugar, Chillán, que según algunos estudiosos significa "ensillar" y otros "silla del sol”. En ese mismo año de 1580, por disposición del cabildo de Santiago se abrió la primera escuela, cuyos primeros profesores fueron sacerdotes mercedarios y franciscanos. Posteriormente, se abrieron escuelas en Concepción, Villarrica, Osorno, Valdivia y La Imperial, en las que se enseñaba solo a leer y escribir[3].
Los cabildos y las órdenes religiosas fueron las que abrieron en Chile los primeros establecimientos educacionales destinados principalmente a la enseñanza de las primeras letras. El centro educacional de mayor importancia durante el siglo XVII y el siguiente fue el Colegio Máximo de San Miguel, a cargo de los Jesuitas que más tarde fue elevado al rango de Universidad Pontificia[4].
La educación tomó mayor vigor durante la colonia, período en el cual se cuentan numerosas escuelas de la gramática, además de la enseñanza primaria que extendieron los Jesuitas[5] .
El primer establecimiento educacional importante con que contó la ciudad de Chillan fue el "Real Seminario de Nobles Araucanos" o "Colegio de Naturales", fundado en 1700. Estaba dirigido a los hijos de los caciques araucanos, como una manera de pacificarlos y evangelizarlos, siendo los Jesuitas los responsables de conducirlo.
En 1756 se fundó el "Colegio de Propaganda Fide", el cual debía preparar a los jóvenes misioneros que se dedicarían a la enseñanza y civilización de los araucanos. La mayoría de sus misioneros eran Franciscanos españoles, y el establecimiento se convirtió en el punto de inicio de todas las misiones y proyectos de pacificación de la Araucanía y el Sur de Chile[6].
El "Colegio de Naturales" cerró sus puertas en 1723 debido al levantamiento de los indios. Esta corta etapa de 23 años dejo la inquietud por abrir éste u otro establecimiento que se dedicara al progreso de los indígenas o naturales. Se reabrió en Santiago en 1775 y funcionó hasta 1786 bajo la dirección de sacerdotes seculares; es traído nuevamente a Chillan en 1786 a cargo, en forma definitiva, de los Franciscanos, con el nombre de "Seminario de Naturales". Es en este establecimiento donde fue matriculado Bernardo O’Higgins en 1788 durante casi cuatro años, siendo sus maestros el Rector Fray Francisco Javier Ramírez, O.F.M., los padres Blas Alonso, O.F.M., y Gil Calvo, O.F.M.. El gobernador de Chile, Don Ambrosio O’Higgins, dio su apoyo a este Colegio, estableciendo un reglamento para su funcionamiento.
Con la reapertura de este "Colegio de Naturales" (1786) se sentaron las bases del actual Colegio San Buenaventura. En 1817 los Franciscanos, realistas activos y que apoyaban la causa del rey, abandonaron sus establecimientos por esta adhesión y por el temor de ser perseguidos y castigados por los emancipadores triunfantes después de la batalla de Chacabuco, Volvieron a Chillán en 1831 y el 11 de enero de 1832 el Presidente de la República, General José Joaquín Prieto, decretó el re-establecimiento del Colegio Propaganda Fide que se mantuvo hasta 1905 y el Seminario de Naturales que funcionó hasta 1894[7].
En 1860, la ciudad de Chillán contaba con 10 establecimientos educacionales, entre los que figuraba la escuela Conventual de San Francisco cuyo director era don José Manuel Aldea y tenía a su cargo 55 alumnos[8]
A fines del siglo, la educación sufrió una serie de transformaciones, que la hicieron más moderna. Se incorporaron a la enseñanza secundaria las materias científicas, declaradas obligatorias en 1867 y se eliminó la enseñanza del latín, reemplazándola por el estudio de las lenguas modernas.
Los opositores a estos cambios estimaban que ello debilitaría el espíritu religioso de la juventud y aumentaría la creciente intervención del Estado en el campo de la enseñanza[9].
Entre 1891 y 1920 no hubo cambios significativos en el sistema educacional chileno, siendo su principal problema que muy pocos alumnos primarios podían acceder al nivel secundario y menos aún a la educación superior. La mayor preocupación residía en bajar los niveles de analfabetismo, y por lo mismo, en 1920 se promulgó la ley de Instrucción Primaria Obligatoria.
En 1927, la enseñanza en Chile estuvo organizada en dos sistemas: uno dependiendo del Ministerio de Educación Pública (creado ese año, independiente del Ministerio de Justicia como lo era hasta entonces), incluía la escuela primaria y la enseñanza técnica y el otro la formaba la Universidad de Chile y el Liceo. La educación primaria fue extendida de tres a seis años como preparatoria para el ingreso a la educación secundaria.
La educación siguió siendo considerada como una función preferente del Estado, como lo era desde la Constitución de 1833 y los particulares continuaron sólo como cooperadores del Estado en la tarea de la enseñanza[10] .
En el periodo de 1932 a 1952 el aspecto cultural y educacional tuvo un gran auge. Tanto la literatura, la filosofía y el arte, que son cultivados por la generación del 38, como la poesía, llevada a su máxima expresión con Gabriela Mistral y Pablo Neruda, son la mayor muestra de este auge. La educación se vio fuertemente apoyada, especialmente la enseñanza técnica, fundándose escuelas de artesanos industriales en casi todas las provincias[11] .
En 1945, gracias al Revdo. Padre Manuel Jesús Muñoz, O.F.M., sacerdote de la Orden en Chillán, los Franciscanos abren el actual Colegio San Buenaventura, bajo la dirección del sacerdote Idelfonso Garrido, O.F.M. Por Decreto Nº 7.231 del 31 de julio de 1946 el Ministerio de Educación Pública lo reconoció oficialmente. Se le puso este nombre en honor al filósofo del siglo XII, primer maestro de la Orden Franciscana Menor.
Más abajo le entregamos algunos antecedentes sobre el Santo, cuyo nombre lleva el Colegio.
Con fecha 13 de mayo de 1953, por Decreto N° 2.990 del Ministerio de Educación Pública, se le reconoció la condición de Cooperador de la Función Educativa del Estado como Escuela Particular N° 9 San Buenaventura. Durante este último período de la historia de nuestro Colegio (1.945 a la fecha), dos actividades han servido principalmente para que la comunidad lo identifique: En 1946 se formó el Batallón Infantil Bernardo O’Higgins Riquelme que, compuesto por una banda de guerra dirigido por su comandante Germán Melo sirvió, por aproximadamente 40 años, en desfiles y actos oficiales a la comunidad de la Provincia de Ñuble. Mención especial merece también el Conjunto de Flautas Dulces que se inicio en el mes de marzo de 1975 con cuatro alumnos: José Miguel San Martin González, hoy sacerdote franciscano, Pedro Ramos Venegas, Adonis Mesa Veloso y Gastón Venegas Valenzuela que, dirigido por Fray Ramón Ángel Jara Hernández[13], dio prestigio al Colegio nacionalmente.
Hasta 1973 se impartió Educación Básica hasta 6° Año. Al siguiente, por tres anos, lo hace incorporando el 7° Año para completar este ciclo básico en 1977.
En 1982 se incorporó el primer curso de Educación Media Científica Humanística con una matrícula de 27 alumnos. Estos primeros alumnos terminan la Enseñanza Media en 1985, siendo 16 mujeres y 12 hombres los primeros egresados de esta modalidad.
Desde 1997, incorporado al programa MECE (Mejoramiento de la Calidad y Equidad de la Educación),ha recibido ayuda del Ministerio de Educación en libros y mobiliario para la Biblioteca, como también ha participado en el Proyecto Enlaces, para Educación Básica y Media, desarrollando un P.M.E. (Proyecto de Mejoramiento Educativo) de Educación Básica “Juguemos a calcular con lógica " y uno de Educación Media "Gánale a tu indiferencia y vive tus valores”, asumiendo en plenitud la Reforma Educacional impulsada en esta década del 90, con programas propios en la Educación Básica, de acuerdo a la Ley Orgánica para la Enseñanza (LOCE) y el Decreto N° 40 de 1.996 y sus posteriores modificaciones.
En 1995 se inicio un proyecto de remodelación y construcción de salas y oficinas administrativas, continuando con la construcción de un laboratorio y multitaller en 1998 y la construcción de tres nuevas salas, un gimnasio con cómodos camarines en 1999, proyectándose a la Jornada Escolar Completa en los próximos dos años.
El establecimiento educacional es propiedad de la Comunidad Franciscana de Chile; sin embargo, desde septiembre de 1995, es administrado por la Fundación Divina Providencia, siendo su representante legal la Hna. Carmen González Ahumada.
Directores de colegio
El primer director del Colegio San Buenaventura fue el Padre Idelfonso Garrido, O.F.M. (1945 - 1955) al que sucedieron los religiosos Padre Mario B. Ibañez, O.F.M. (1956 -1959), Padre Francisco Garcés, O.F.M. (1960), Padre ldelfonso Garrido, O.F.M. (1961 — 1966), Padre Angel Torres, O.F.M. (1967 —1968), Padre Rafael Garay, O.F.M. (1969), Padre Domingo Cano, O.F.M. (1970), Profesor Jaime Toro Rivera (1971), Padre Baldomero Jara Hernández, O.F.M. (1972 - 1992), Profesora Verónica Crisóstomo Lazo (1993), Profesor Edmundo Orellana Del Canto (1994-2000), Profesora María Elena González Muñoz (2001-2003), Profesor Orlando Rodríguez Brunet (2004-2005), Profesor Manuel Betancourtt Jara (2006), Profesor José Luis Montero Barra (2007), Profesora Roxana Suazo Ayala (2008-2013) y Profesor Hugo Flores Oyarzún (2014 hasta la fecha).
"Buenaventura nació en Bagnoregio -cerca de Viterbo, Italia, hijo de Juan de Fidanza, de nombre Juan; ingresó a la Universidad de París en 1235, donde estudió bajo las enseñanzas de Alejandro Hales. Ingresó a la Orden Franciscana en 1243, y adoptó el nombre de Buenaventura y profundizó en sus estudios hasta convertirse en Maestro (profesor) de Teología en 1254. Durante este período preparó un comentario sobre las Escrituras, el Breviloquium y, al igual que su coetáneo Tomás de Aquino, trabajó para integrar la visión aristotélica -en su caso- en la tradición de San Agustín. Buenaventura aceptó gran parte de la filosofía de Aristóteles, pero rechazó cuanto conocía de su metafísica por considerarla insuficiente, ya que según el maestro franciscano, al filósofo no le guiaba la luz de la fe cristiana. La doctrina de la iluminación de la mente humana (el alma) por el divino –una forma de identificar la verdad o falsedad del juicio- la tomó de las doctrinas de San Agustín. Su Itinerario de la Mente hacia Dios (1259) y sus breves tratados místicos reflejan su preocupación por la forma en que el alma reconoce y se une a Dios".
"Escribió la versión oficial de la vida de San Francisco de Asís (1263) y se dedicó a viajar y a predicar el estilo de vida Franciscano".
“El Papa Gregorio X -Pontífice entre 1271 y 1276- le nombró Cardenal Arzobispo de Albano en mayo de 1273 y, en tal condición, colaboró en los preparativos del Concilio de Lyon convocado para analizar el cisma con la Iglesia Oriental. Murió el 15 de julio de 1274 en la misma ciudad de Lyon “.
"El Papa Sixto V santificó a Buenaventura en 1482 y en 1587 ó 1588, el Papa Sixto V lo nombró Doctor de la Iglesia. Su festividad se celebra el 15 de julio"[12] , fecha de su Pascua.
[1] Cfr. Fr. Gondar de Santa Bárbara, Joseph, O.F.M. Misioneros del Colegio de Chillán, Publicación del Archivo Franciscano, p. 6.
[2] Cfr. Fr. Iturriaga C., Rigoberto. O.F.M. Misioneros del Colegio de Chillán, Transcripción, instrucción y notas, Publicación del Archivo Franciscano, p. 25.
[3] A.A. Historia Didáctica de Chile, Ediciones Pirámide Ltda., p. 125.
[5] A.A Op. Cit., p.125
[6] Leaman De la Hoz, Felix. Historia Urbana de Chillán, Ed. Instituto Profesional de Chillán, p. 75.
[7] Fernández Parra, Rolando. Chillán, Gesta de cuatro Siglos, Libros Reportaje, p. 175.